Está en tus manos... ¡súmate!



Desde que soy voluntario para Educación 2020 me he convertido en una maquina de memorizar cifras sobre el tema. Me encantaría decir que en Chile tenemos excelentes niveles de calidad además de un acceso totalmente equitativo, pero la verdad es otra.

Vivimos en un país en donde es poco decir que la escolaridad es un completo fracaso. Es difícil dimensionar esta situación, cosa que es patente en la alta e injustificada satisfacción de los padres y apoderados, que califican en un 72% como positiva la educación que reciben sus hijos. Esto podría explicarse por otro número: la escolaridad promedio del adulto de 60 años en Chile no supera los 7 años, es decir, no terminaron 8º básico. Esto quiere decir que para ellos ver a sus sucesores alcanzar el 4º medio equivale a una superación. Qué ironía: la falta de educación en el pasado impide ver las faltas actuales.

Pero no nos engañemos. Detrás de los porcentajes están nuestros hijos, hermanos, sobrinos, primos y amigos. Lo importante acá es entender que si seguimos así jamás lograremos alcanzar otros objetivos. Acabar con la pobreza, alcanzar el desarrollo, cultivar una nación más culta; lo que usted quiera, necesita una base, y esa base viene de nuestra educación.

Nosotros y los que vinieron antes nos enfrentamos a una educación tan mala que dejó a la mitad de sus estudiantes sin entender lo que lee. Así tal cual: la mitad de los egresados de la educación de Chile simplemente no puede comprender ni inferir de un texto: la mitad de nosotros no sabe leer.

Hasta ahora el Gobierno, universidades y múltiples instituciones nos han mostrado estas cifras, pero no han tomado cartas en el asunto. Hacer liceos de excelencia que sólo cubren el 1% de los estudiantes es una estupidez que lo único que logra es alejarnos más de la equidad. No podemos enseñarle a unos pocos, debemos mejorar la calidad para todos.

Los estudios lo comprueban: necesitamos directivos de excelencia con mayor empoderamiento para tomar decisiones. Una formación docente de acreditación obligatoria y reivindicación social que la posicione como una carrera de nivel internacional. Mayor dedicación personalizada a los alumnos y algo que es crucial: más instancias para la participación de padres y apoderados.

La pregunta del millón para algunos es "si estamos tan mal, ¿por qué nadie ha tomado cartas en el asunto? La respuesta lo hará comprender muchas cosas: la calidad no es algo tangible, no se puede cortar cintas de "calidad educativa". Chile es un país que ama las cantidades pero que no se preocupa de la calidad.

No todo está perdido. Tenemos que hacer ruido, hay que mostrarle al Congreso, a La Moneda y a todos los ciudadanos que nos interesa la calidad. Salvemos a nuestros hijos, hermanos, primos, amigos y sobrinos, salvemos una educación que está más hundida que cualquier hoyo en la Alameda y que es más ineficiente que cualquier micro Transantiago.

Así es. La educación es responsabilidad nuestra, se lo debemos a los niños y jóvenes de Chile, les debemos un derecho que en el mundo es inalienable, una educación de calidad, equitativa y eficiente. Y sí, está en tus manos. Sale a la calle, hace ruido, cuéntale a tus amigos y adhiérete a Educación 2020. Nosotros creemos que se puede, pero necesitamos más ayuda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario